Gómez Suárez de Figueroa, hoy conocido con el nombre de Inca Garcilaso de la Vega, nació en la ciudad del Cuzco el 12 de abril de 1539. Fue hijo de la palla Isabel Chimpu Ocllo, descendiente directa de Túpac Yupanqui y sobrina de Huayna Cápac, y del capitán español Garcilaso de la Vega, miembro de una familia de la nobleza extremeña. El padre del autor llegó al Perú a inicios de la década de 1530 para participar en las expediciones de Francisco Pizarro y se dirigió al Cuzco durante el alzamiento de Manco Inca, luego del cual luchó junto a Gonzalo Pizarro en la conquista del Collao y las Charcas. Su participación en las guerras de conquista en el Perú lo hizo merecedor de importantes encomiendas. El apelativo del escritor mestizo, adoptado en la adultez, es reflejo de su herencia de estos dos mundos: el inca y el español.

Garcilaso de la Vega vivió durante su infancia y juventud en Cuzco. Su lengua materna fue el quechua, a la cual se refirió como “lengua general del Perú”. Sin embargo, recibió educación en las letras españolas y aprendió latín junto a los hijos de otros conquistadores. Dichos estudios le permitieron, en su juventud, trabajar para su padre como escribano e intérprete en asuntos personales y oficiales cuando este se desempeñó como corregidor del Cuzco.

Cuando Garcilaso cumplió diez años, su padre se separó de la palla Chimpu Ocllo y se casó con una dama criolla, pues el gobierno instaba a los encomenderos a contraer matrimonio en favor del incremento de la población española (Miró-Quesada 71). La princesa inca se casó, asimismo, con el mercader Juan del Pedroche. Si bien Garcilaso permaneció en la casa paterna, no se alejó de la familia de su madre. La cercanía a sus parientes cuzqueños, en especial a sus tíos Huallpa Túpac Inca Yupanqui y Cusi Huallpa, le permitió conocer la historia de sus antepasados y memorizar sus leyendas y tradiciones. Presenció algunas fiestas rituales, conoció al Inca Sayri Túpac cuando salió de su refugio de Vilcabamba y vio las momias de los antiguos emperadores. Este profundo conocimiento de la cultura andina conformaría luego parte fundamental de los Comentarios reales.

Tras la muerte de su padre en 1559, Garcilaso viajó a España con el propósito de solicitar a la Corona las mercedes que correspondían a las campañas del capitán y a la restitución patrimonial de su madre (Miró-Quesada 91). Se instaló primero en Montilla, donde fue acogido por su tío Alonso de Vargas y Figueroa y recibió la protección de Alonso Fernández de Córdoba, marqués del Priego, figuras esenciales en los siguientes años de vida del autor. A finales de 1561, viajó a Madrid a pedir al Rey las recompensas que creía merecer y que, aparentemente, recibiría. Sin embargo, el licenciado Lope García de Castro, miembro del Consejo de Indias y futuro gobernador del Perú, apoyado en diversas crónicas como la Historia general de las Indias de Francisco López de Gómara, hizo notar a las autoridades reales que, en la década de 1540 durante la rebelión de los encomenderos, el capitán Garcilaso de la Vega había cedido su caballo “Salinillas» a Gonzalo Pizarro en la batalla de Huarina y, con ello, le había dado la victoria. La defensa del Inca Garcilaso, quien alegaba que cuando su padre auxilió al encomendero la lucha había cesado, fue en vano, pues ignoraron su petición (Miró-Quesada 105). El cronista peruano no volvió nunca a América; se estableció en España, donde se incorporó a la milicia y, al igual que su padre, obtuvo el grado de capitán. Murió en Córdoba el 23 de abril de 1616 a los 77 años.

Su obra reúne cuatro textos esenciales del corpus histórico y literario del Perú: la traducción de los Diálogos de amor de León Hebreo, La Florida del Inca y las dos partes de los Comentarios Reales de los Incas. Luego de su participación como capitán en el sometimiento de los moriscos rebeldes en Granada, Garcilaso se encomendó a la traducción del toscano al castellano de los Diálogos de amor de Judá Abrabanel, el exiliado médico y filósofo conocido como León Hebreo. La obra, publicada luego de la muerte de Hebreo en 1532, se compone de tres diálogos neoplatónicos en los que Filón y Sofía, los interlocutores, discuten las distintas formas de amor que unen y dan movimiento a todas las partes del universo. El primer diálogo explica la esencia del amor y el deseo; el segundo se ocupa de presentar la universalidad del amor, y el tercero busca revelar el origen del amor, colocando a Dios como principio rector y último fin. La traducción de Garcilaso, aparecida en 1590, refleja su interés en un pensamiento filosófico que explique las jerarquías, el concierto y la armonía de las cosas del universo, el cual vertería luego en su apreciación del mundo andino. La conceptualización sintética de Hebreo, es decir, su capacidad de unir la mitología clásica con la tradición bíblica, le otorgó a Garcilaso un modelo mediante el cual conciliar las dispares perspectivas del mundo andino y occidental sobre el tiempo y la historia humana (Adorno 73).

Diálogos de amor

En 1596, terminó la redacción de la Relación de la descendencia del famoso Garcí Pérez de Vargas, breve texto genealógico originalmente previsto para servir como parte de los preliminares de su siguiente libro. En ella exploró la historia de su linaje paterno desde el siglo XIII y celebró las virtudes caballerescas de sus antepasados. Años después, en 1605, apareció en Lisboa La Florida del Inca, en la que se narra la expedición de Hernando de Soto en dicho territorio, comenzada en España en 1538 y concluida por Moscoso de Alvarado en 1543, un año después de la muerte del primero. A diferencia de los Comentarios reales, donde la autoridad del Inca se construye a partir de la afirmación de haber sido testigo de parte de los acontecimientos y de un vasto conocimiento de la cultura y la historia incaica, en La Florida se reproducen hechos que el autor solo ha escuchado del testimonio de Gonzalo Silvestre, capitán español que participó en la empresa de Hernando de Soto y con el que Garcilaso mantuvo una estrecha amistad. Uno de los objetivos de La Florida del Inca fue exhortar a la Corona a una conquista definitiva de la  región y la evangelización de sus habitantes (Miró-Quesada 177), así como celebrar las hazañas de españoles e indios. Estos últimos son presentados por Garcilaso como fieles guías e intérpretes, inclinados al cristianismo y dispuestos a convertirse voluntariamente (Adorno 74).

Cuatro años más tarde, en 1609, vio la luz la primera parte de los Comentarios reales. En ella, Garcilaso pretendió presentar una historia cabal de los sucesos y costumbres del imperio incaico antes de la llegada de los españoles. En los nueve libros que componen la obra, el cronista mestizo retrató un idealizado escenario andino, exaltó el caído imperio inca y describió la sucesión de sus gobernantes y sus hazañas. Ser natural del Cuzco y dominar la lengua de los incas le permitía dar, como lo afirmó en las primeras líneas del proemio al lector, “más larga y clara noticia que la que hasta ahora los escritores han dado”. La reconstrucción de los sucesos se basó, sin embargo, no solo en su experiencia de los eventos presenciados durante su infancia y juventud, sino también en los numerosos relatos y testimonios que recopiló de los miembros de su familia materna y de las familias de sus compañeros de escuela, mestizos como él. Estos fueron complementados con pasajes de crónicas y con las observaciones de españoles que, al igual que él, poseían un extenso conocimiento del Perú.

La segunda parte de los Comentarios reales ha llegado a nuestros días bajo el título de Historia general del Perú, sugerido en la fe de erratas de la primera edición publicada en 1617 luego de la muerte del autor. En ella se narra la conquista y evangelización del territorio peruano, las guerras civiles entre españoles, los fracasos en la conquista de Chile, y el fin de la dinastía incaica con la muerte del joven Túpac Amaru I orquestada por el virrey Francisco de Toledo. Ambas partes de los Comentarios reales exponen marcadas huellas autobiográficas y son reflejo de la compleja identidad del Inca Garcilaso. Construye en ellas una apología a su linaje materno a través de la idealización del pasado incaico, a la vez que rinde tributo a su herencia paterna mediante la exaltación de los valores españoles y la construcción explícita de una defensa de su padre por su participación en el episodio de Huarinas. La obra y el mismo autor, como lo ha sugerido Aurelio Miró Quesada, son “ejemplo vivo de fusión y de síntesis” (351).

Stephanie Rohner Stornaiuolo
Yale University

Obras del Inca Garcilaso de la Vega:

La traduzion del indio de los tres Dialogos de Amor de Leon Hebreo, hecha de Italiano en Español por Garcilaso Inga de la Vega, natural de la gran Ciudad del Cuzco, cabeça de los Reynos y Provincias del Piru. Madrid: En casa de Pedro Madrigal, 1590.

Relacion de la descendencia del famoso Garci Perez de Vargas con algunos pasos de historias dignas de memoria dirigida a Don Garci Perez de Vargas su legitimo heredero. 1596.

La Florida del Ynca. Historia del adelantado Hernando de Soto, Gouernador y capitan general del Reyno de la Florida, y de otros heroicos caualleros Españoles è Indios. Lisboa: Impreso por Pedro Crasbeeck, 1605.   

Primera parte de los comentarios reales, que tratan del origen de los Yncas, reyes que fueron del Peru, de su idolatria, leyes, y gobierno en paz y en guerra: de sus vidas y conquistas, y de todo lo que fue aquel Imperio y su Republica, antes que los españoles passaran a el. Lisboa: En la oficina de Pedro Crasbeeck, 1609.

Historia general del Peru. Trata el descubrimiento del, y como lo ganaron los Españoles. Las guerras civiles que hubo entre Piçarros, y Almagros, sobre la partija de la tierra. Castigo y levantamiento de tiranos: y otros sucessos particulares que en la Historia se contienen. Córdoba: Por la viuda de Andrés Barrera y a su costa, 1617. 


Bibliografía

Adorno, Rolena. Colonial Latin American Literature. A Very Short Introduction. Oxford & New York: Oxford University Press, 2011.

Miró Quesada, Aurelio. El Inca Garcilaso. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo editorial, 1994.