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Acción de gracias, prevención de penitencias, y enmienda de culpas fiestas que celebró esta Ciudad de los Reyes al Santísimo Sacramento del altar por haberla librado de tres repetidos temblores

Autores: Juan de los Ríos

En mayo de 1647, ocurrió el mayor terremoto que sufrió el Reino de Chile en el siglo XVII: la ciudad de Santiago se redujo a escombros y provocó una aguda crisis económica. Así, esta obra –impresa en 1648 por el hermano del autor, Álvaro de los Ríos y Berriz, capitán y alcalde de Lima– se enmarca en la tradición textual de explicar el desastre: crear relatos que, en distintos formatos (sermones, tratados, relaciones), describían el evento, lo relacionaban con otros ocurridos en el pasado y referían sus posibles causas empíricas o científicas y espirituales (castigo divino). Rogelio Altez (2019, p. 55) señala que el texto de Juan de los Ríos celebró «la suerte de esa ciudad [Lima] por no haber sido afectada con algunos temblores recientes, como sí sucedió a la “arruinada Santiago de Chile”».

Juan de los Ríos y Berriz[1] formó parte de una familia con vínculos en todas las instancias sociales y políticas de la época virreinal. Nació en Lima; fue hijo de Juan de los Ríos y Berriz, alcalde de Lima en varias oportunidades, y Floriana de Santa Cruz y Padilla, sobrina de Feliciano de Vega y Padilla, rector de la Universidad de San Marcos en tres periodos y arzobispo de México. Tomó el hábito dominico a los trece años. Estudió Artes y Teología en el convento grande del Rosario, donde se graduó de presentado en 1644. En 1650, obtuvo el grado de doctor en San Marcos. Luego, fue maestro y regente de estudios en varios colegios provinciales. Llegó a ser prior de la Recoleta[2] dominica, espacio que alojó a fray Diego de Ojeda, autor de La Cristiada. También administró la casa donde nació Santa Rosa y fue elegido provincial de su orden en 1677. En este cargo, reformó los estudios y refaccionó el convento grande del Rosario, visitó su provincia (Huaylas, Tarma y Huancavelica) y envió a fray Juan Meléndez a Europa para que imprima su obra Tesoros verdaderos de Indias. A finales del siglo XVII fue nombrado obispo de Santa Cruz de la Sierra, donde fallece en 1692.

El padre agustino Antonio de la Calancha, el 3 de marzo de 1648, realizó la aprobación del presente texto y lo comparó con el Libro de Ester: historia en la que Ester, como las abundantes aguas que nacieron de una pequeña fuente, interviene en el enfrentamiento de dos dragones, el rey asirio Asuero y el judío Mardoqueo, para salvar a su nación, a los judíos. Así como Susa (Persia), Arequipa (terremoto el 19 de febrero de 1600), Trujillo (terremoto el 14 de febrero de 1619) y Chile (terremoto el 13 de mayo de 1647) padecieron de “truenos y terremotos, perturbación en la tierra”. Lima, por el contrario, se libró por la misericordia de Dios: el sermón de Juan de los Ríos les debía proveer de “seguras confianzas de atajar la ira divina y semejantes suplicios, enmendando costumbres con clamores a la misericordia, amparos en la penitencia”.

Esto también le sirve a Calancha como ejemplo de la Providencia y de la humildad enfrentada a la soberbia: Francia, Portugal y Cataluña, como dragones asociados con el demonio dragón, con “traiciones injustas, guerras, rebeliones” pretendían “destruir las familias, reinos, y justicia del [dragón] monarca el gran Filipo, cabeza temporal del reino más católico”. Así, como los judíos con Ester, Lima contaba con una fuente pequeña (Juan de los Ríos) que se convertiría en río grande (el sermón) para alumbrar las almas, enmendar sus culpas, conducir a los católicos a temer tales castigos y que no se produjesen los temblores.

Daphne Cornejo Retamozo
Estudios Indianos

[1] En algunas plataformas digitales, se sugiere que fue rector de San Marcos; sin embargo, por un lado, en el volumen 20 de los Libros de Cabildo, se señala que el rector (1681-1684) fue su hermano, Alonso de los Ríos; por otro lado, Manuel de Mendiburu, en el volumen 5 de su Diccionario, apunta que el rector fue Alonso de los Ríos Villafuerte, sobrino del autor. Lo cierto es que en textos contemporáneos no se ha corroborado esta información y, más bien, se señala como rector de esa época al Dr. Ildefonso de los Ríos Berris.

[2] La Recolección de la Venturosa Magdalena funcionó como una dependencia del Convento de Santo Domingo, y se convirtió en el lugar predilecto para el retiro espiritual y la meditación de los dominicos, con las huertas de San Jacinto como apacible entorno. El conjunto recoleto de los dominicos en Lima, fundado a inicios del siglo XVII, fue ampliando, modificando y extendiendo su arquitectura en los siglos sucesivos (Agustin, Reinhard, «La plaza Francia de Lima: cruce de épocas y caminos», ARQUITEXTOS, 2021, pp. 157 – 170.

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