En los virreinatos americanos, se restringió el establecimiento de manufacturas que compitiesen con los productos europeos adquiridos por la población española, criolla y mestiza de altos ingresos, así como la élite indígena. Además, instalar una fábrica u oficina, como entonces se acostumbraba decir, de algún producto elaborado en la metrópoli u otras partes de Europa demandaba una fuerte inversión de capitales y la participación de una mano de obra especializada que el reducido mercado y la precaria tecnología no lograron sostener. Tal fue el caso de la manufactura del vidrio.

La fabricación del vidrio se desarrolló prioritariamente en el valle de Ica. Allí se instalaron los primeros obrajes de vidrios[1] que alcanzaron mayor importancia entre los siglos XVII y XVIII en el Virreinato del Perú. Pero no se trataba de unidades productivas dedicadas con exclusividad a esta manufactura, sino que operaban en conjunción a la producción común a esta región: el cultivo de la vid y la elaboración de vinos y aguardientes.

Leonor de la Guerra, esposa de Martín López, moradora en Lima y con poder del susodicho, arrienda a Beatriz Sánchez, viuda, moradora en Lima, unas casas que tiene en Lima, colindantes con el horno de vidrio, por tiempo de año. Protocolos Notariales – AGN: N_1_RAC1_22,551_705-706.

Geografía de Ica

En 1769, Cosme Bueno describe la región y destaca sus propiedades para el desarrollo de los obrajes del vidrio. El cosmógrafo mayor del virreinato indicaba que en Ica, a pesar de la aridez de gran parte de su suelo, se daban «todo género de frutas, semillas y legumbres». Además, el valle tenía tierras salitrosas, que no eran propicias para los cultivos de comestibles, pero podían producir sin necesidad de mucho riego, una planta conocida como la barrilla o yerba del vidrio, cuyas cenizas contienen sosa, ingrediente necesario para la fabricación de vidrios, jabones y lejías[2].

Así, tres factores parecen haber sido determinantes para la elección del valle de Ica como el lugar ideal para instalar las manufacturas del vidrio: 1) la existencia de tierras apropiadas para el cultivo de la yerba del vidrio, materia prima básica; 2) la abundancia de materiales silíceos; y 3) la existencia de bosques de algarrobo, cuya leña se destinaba a los hornos de fundición, los cuales una vez encendidos al iniciarse las faenas de la fábrica, debían ser alimentados sin interrupción durante semanas, hasta finalizarse las labores.

La fabricación del vidrio requería especialmente de la cercanía de bosques. La barrilla o yerba del vidrio fue reconocida en su forma silvestre por los españoles y es probable que se hayan hecho ensayos y trasplantes para obtener un insumo de mejor calidad. La yerba del vidrio fue expresamente cultivada en la pampa de Villacurí, por productores que no necesariamente se hallaban integrados a la fabricación del vidrio, sino que ofrecían las cenizas de barrilla a los fabricantes de jabones y lejías.

Los primeros obrajes de vidrio del siglo XVII

La referencia más temprana sobre una vidriería operante en Ica es la relativa a la que fue propiedad del maestro Pedro de la Barrera, quien en las primeras décadas del siglo XVII instaló un horno en Xauranga, habiendo traído de Sevilla un grupo de esclavos calificados, los mismos que había adquirido al crédito.

La fabricación del vidrio era una empresa muy costosa y su financiamiento era ciertamente difícil, los dueños o fabricantes se enfrentaron a varias limitaciones: en primer lugar, el costo de la mano de obra. Por un lado, se debía costear los jornales de los esclavos que laboraban como cortadores de leña, oficiales en el obraje de vidrios y en las faenas agrícolas. Por otro lado, las muchas cargas de leña que debían estar listas para atizar el fuego de los hornos requerían del concurso de otros trabajadores; con lo cual, se recurrió a los indígenas de la zona, quienes así se procuraban del dinero necesario para el pago de sus tributos.

En segundo lugar, se enfrentaron a la falta de dinero que actuara como «capital de trabajo» para proveerse de subsistencias y vestido. Para ello, se recurrió a terceros que le proporcionaban los suministros necesarios en especies (ropa, sebo, cecinas) y moneda. Finalmente, se hallaron en situación de dependencia respecto a los comerciantes que los aviaban con dinero para insumos y jornales, y que además vendían los vidrios en Lima y otras partes del virreinato.

El horno de vidrios de Macacona

Tras la expulsión de los jesuitas, la Dirección General de Temporalidades -en la figura del Superintendente de Temporalidades del partido de Ica- se hizo cargo del obraje de vidrios y la hacienda de Macacona. Esta hacienda no existía como tal a inicios del siglo XVIII, sino que comenzó a formarse en 1704, cuando el maestro vidriero Francisco Bernaola inició un proceso de acaparamiento de tierras cuyo objetivo fue lograr el monopolio de la producción del vidrio en la zona.

Las técnicas empleadas en esta manufactura no se diferenciaron de aquellas utilizadas en Europa y el norte de África desde siglos atrás. Los métodos de fritas y apasteladuras, para la obtención de la masa base y la técnica del soplado, para la fabricación de las piezas de vidrio, fueron los procedimientos utilizados durante la época en el virreinato peruano.

La condición de la mano de obra en Mamacona revela que los esclavos y el trabajo que realizaban, debido a su reducido número, siempre fue insuficiente. Por eso, se recurrió a la aplicación de jornadas más largas de trabajo, hecho que motivó la huida periódica de esclavos hacia Lima, o la destrucción y pérdida de herramientas de trabajo e instrumentos de castigo. Los trabajos que no podían cumplir los esclavos debido a su corto número, fueron suplidos por jornaleros. Estos eran indígenas, quienes acudían anualmente a las haciendas para trabajar en las faenas de corte de leña y poda de viñas.

A ello se sumó el trabajo de los artesanos en la fabricación y reparación de herramientas, construcción y refacción de edificios, fabricación de botijas y elaboración de adobes. Otros artesanos que acudieron a laborar en la hacienda fueron el maestro fundidor, que trabajaba con cobre y estaño, principalmente en la fabricación y reparación de los utensilios del obraje de vidrios, como las pailas y los moldes; y los «labradores de madera», que se encargaban de hacer palas para las faenas agrícolas, horcones para las parras y bateas para el obraje.

Comercialización

La Dirección General de Temporalidades encargaba la comercialización de los productos a un factor. La persona asignada en dicho cargo comercializaba, teniendo a Lima como centro de operaciones, todos los productos recibidos de las haciendas costeras embargadas a los jesuitas. Otra parte de la producción se vendía a través de contratos con comerciantes y autoridades asentados en Huamanga, Jauja y Huancavelica, y el resto se comercializaba al detalle en la misma hacienda.

La manufactura vidriera establecida en la zona costera del virreinato peruano se ponía en contacto con los obrajes serranos: se abastecían de los cultivos de tabaco de la costa norte (Zaña) y las áreas proveedoras de breas (Piura y Nicaragua), artículos que la hacienda recibía a cambio de sus productos, junto con remesas de dinero.

Adaptado de Gabriela Ramos, “Las manufacturas en el Perú colonial los obrajes de vidrios en los siglos XVII y XVIII”, Histórica, vol. XIII, núm. 1, 1989.


Bibliografía recomendada

Bohumil, B., “Apuntes sobre los orígenes del comercio vidriero entre Bohemia y México (1787-1839)”, en Historica IX, Separatum. Praga 1964. Nakladatelstivi Ceskoslovenske Akademievéd, traducción de E. Roldán Roman, 1964.

Bueno, Cosme, Geografía del Perú Virreina. Siglo XVIII [1769], Lima, UNMSM, 1951.

Burga, Manuel, De la Encomienda a la Hacienda Capitalista: El caso del valle de Jequetepeque, Lima, Instituto Estudios Peruanos, 1976.

Cañabate Navarro, E., Vidrios Cartageneros del siglo XIX, Murcia Suc. de Nogués, 1958.

Cushner, Nicholas, Lords of the Land. Sugar, Wine and Jesuit Estates of Coastal Perú, 1600-1767, New York, SUNY Press, 1980.

Herrera, Alonso de, Agricultura General que trata de la labranza del campo y sus particularidades, crianza de animales, propiedades de las plantas que en ellas se contienen y sus virtudes provechosas a la salud humana, Madrid, 1777.

MACERA, Pablo, «Informaciones Geográficas del Perú Colonial», Revista del Archivo Nacional del Perú, Tomo XXVIII, Entrega I-II, Lima, 1964.

Tierra y población en el Perú (ss XVIII-XIX), Lima, Seminario de Historia Rural Andina, 1972.

– «Haciendas Jesuitas del Perú», Trabajos de Historia, vol. 3, Lima, 1977.

–  «Tratados de Utilidad, Consultas y Pareceres Económicos Jesuitas», Trabajos de Historia, vol. 3, Lima.

Peralta, José, “Materia prima, hornos y utillaje en la producción de vidrio de la ciudad de México, siglo XVIII”, Estudios de Historia Novohispana, 58, 2018, pp. 3-29.

El vidrio en la ciudad de México. Productores y productos novohispanos. Siglos XVI-XVIII, Alemania, Académica Española, 2011.

Velasco, F., “La sosa-barrilla: una seña de identidad del campo de Cartagena en los siglos XVI al XIX”, Revista Murciana de Antropología, 10, 2004, pp. 45-158.

[1] Los términos «horno», «obraje» y «oficina de hacer vidrios» son utilizados indistintamente.

[2] Bueno 1951: 19; Macera 1964: 204-218.