Fueron ceremonias públicas organizadas por la Inquisición para juzgar, sentenciar y castigar a los acusados de herejía y otros delitos contra la fe católica en los territorios coloniales. Estas ceremonias, cuyo nombre proviene del latín actus fidei, se originaron en la Península Ibérica durante la Edad Media y se intensificaron con la creación de la Inquisición Española en 1478. Con la expansión colonial, la Inquisición se estableció en América, llevando consigo esta práctica a los territorios conquistados, que incluía al virreinato del Perú.

El propósito de los autos de fe era múltiple. Religiosamente, buscaban reafirmar la ortodoxia católica y erradicar la herejía. Políticamente, servían para mantener el control social y político, demostrando el poder de la Iglesia y del Estado sobre la población y disuadiendo cualquier desviación de la ortodoxia establecida. Además, tenían un propósito educativo, pues funcionaban como un medio para instruir a la población sobre los peligros de la herejía y las consecuencias de desobedecer a la autoridad religiosa.

Antes de llegar al auto de fe, los acusados eran sometidos a un proceso judicial inquisitorial que incluía varias etapas. En primer lugar, se producía la denuncia y acusación, donde personas sospechosas de herejía eran denunciadas ante la Inquisición. Las acusaciones podían ser anónimas, lo cual fomentaba un ambiente de desconfianza y miedo. Posteriormente, tenía lugar el interrogatorio y la tortura: los acusados eran interrogados para obtener confesiones, y la tortura era una práctica común para obtener confesiones de los supuestos delitos. Finalmente, se celebraba el juicio y sentencia, donde los juicios eran llevados a cabo por los inquisidores, quienes emitían las sentencias basadas en las pruebas recopiladas y las confesiones obtenidas.

La ceremonia del auto de fe se llevaba a cabo en plazas públicas y tenía una estructura ritualizada. Primero, se realizaban los preparativos: se construía un estrado elevado donde se ubicaban los inquisidores, las autoridades civiles y eclesiásticas, y los condenados. Luego, se procedía con la lectura de sentencias: los acusados, vestidos con el sanbenito (una prenda penitencial que los identificaba como herejes), eran presentados ante la multitud. Se leían las sentencias, que variaban desde penitencias leves hasta la pena de muerte. Después, se ejemplificaban los castigos, los cuales podían incluir azotes, exilio, confiscación de bienes y, en casos graves, la ejecución en la hoguera. Finalmente, la ceremonia religiosa incluía sermones y oraciones, enfatizando el carácter religioso del evento. [1]

Los autos de fe tenían un impacto profundo en la sociedad colonial. Funcionaban como un mecanismo de control social, intimidando a la población y asegurando la conformidad con las doctrinas católicas. Los acusados y sus familias sufrían estigmatización y pérdida de reputación, y generaban un ambiente de miedo y desconfianza. Sin embargo, consolidaban el poder de la Iglesia en los virreinatos, pues se reafirmaba la autoridad de la iglesia sobre todos los aspectos de la vida pública y privada. Estas ceremonias no sólo reflejaban la lucha por la pureza religiosa, sino también la dinámica de poder y control social.

En el virreinato del Perú, los autos de fe fueron utilizados para controlar tanto a la población indígena como a los colonos. También se persiguió a judíos conversos, protestantes y otros grupos considerados heréticos. Estos eventos reflejan cómo la Inquisición adaptó sus métodos a las realidades locales, y utilizaron los autos de fe como una herramienta para imponer el orden religioso y social en el Nuevo Mundo.

El legado de los autos de fe perdura en la memoria histórica como un símbolo de la represión religiosa y el control autoritario. Aunque la Inquisición fue abolida en el siglo XIX, su impacto en la cultura y la sociedad virreinal dejó una marca duradera. Los autos de fe son un recordatorio de los extremos a los que pueden llegar las instituciones en nombre de la fe y el poder, y su estudio es esencial para comprender la complejidad de la historia en la América virreinal y en la Península Ibérica. [2]

En este sentido, los autos de fe eran eventos públicos de gran importancia, para juzgar y castigar a aquellos considerados herejes o desviados de la fe católica. Estas ceremonias no sólo reafirmaban la ortodoxia religiosa, sino que también funcionaban como herramientas de control social y político. Las ceremonias públicas de los autos de fe, con su pompa y circunstancia, fueron diseñadas para ser espectáculos que recordaran a la población el poder omnipresente de la Inquisición y la necesidad de conformidad religiosa.

Además de su función religiosa, los autos de fe tenían una dimensión claramente política. Eran utilizados por las autoridades coloniales para mantener el orden y controlar a la población. La Inquisición, con el apoyo del Estado, perseguía no sólo a los herejes, sino también a aquellos que desafiaban a la autoridad virreinal. Esto incluía a líderes indígenas, esclavos africanos y cualquier persona que cuestionara el orden establecido. Los autos de fe eran, por tanto, una herramienta clave para mantener el control social y político en las colonias.

En cuanto al impacto social, los autos de fe contribuían a crear un clima de miedo y desconfianza. La posibilidad de ser denunciado y llevado ante la Inquisición era una amenaza constante que pesaba sobre todos los habitantes del virreinato. Esta amenaza fomentaba un ambiente de desconfianza, donde las acusaciones podían ser utilizadas como una forma de venganza personal o para resolver disputas. Además, los autos de fe servían para estigmatizar a los condenados y a sus familias, marcándolos de por vida como herejes y así los excluían  de la comunidad.

En el ámbito educativo, los autos de fe tenían también una función didáctica. A través de estos eventos, la Inquisición enseñaba a la población sobre los peligros de la herejía y las consecuencias de desobedecer la autoridad religiosa. Los sermones y oraciones que formaban parte de la ceremonia enfatizaban la importancia de la fe y la obediencia a la Iglesia. De esta manera, los autos de fe servían para inculcar los valores y las doctrinas de la Iglesia en la población, asegurando la conformidad y la lealtad a la fe católica.

El estudio de los autos de fe es esencial para comprender la complejidad de la historia colonial en América Latina y la Península Ibérica. Estos eventos reflejan no solo la lucha por la pureza religiosa, sino también la dinámica de poder y control social en las colonias. Los autos de fe eran un medio para reafirmar la autoridad de la Iglesia y del Estado, y para mantener el orden en una sociedad diversa y en constante cambio. Su legado perdura en la memoria histórica como un recordatorio de los extremos a los que pueden llegar las instituciones en nombre de la fe y el poder. [3]

Juan Pablo Alarcón Carranza
Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Bibliografía

Kamen, Henry. (1999). La Inquisición Española: Una revisión histórica. Editorial Austral, Barcelona.

Pérez, Joseph. (2003). Breve Historia de la Inquisición en España. Editorial Crítica, Barcelona.

Bethencourt, Francisco. (1999). La Inquisición en la época moderna. Cambridge University Press.