En el siglo XVIII, las reformas borbónicas se implementaron con el fin de reorganizar y corregir lo que hasta ese momento había sido mal gestionado por la dinastía anterior a los Borbones, los Habsburgo. Por ello, el gobierno borbón propuso una reformulación integral de la sociedad en todos sus niveles: económico, social, administrativo, político e incluso religioso. Su objetivo principal era centrar el poder en la Corona, reforzar su autoridad y restablecer la posición hegemónica de España en Europa y el mundo. Además, buscaban instalar el sistema de flotas y galeones para proteger el comercio español de países como Francia e Inglaterra, que realizaban contrabando. [1]
Durante la Guerra de Sucesión Española, Carlos II contó con el apoyo de países como Inglaterra, Holanda, Saboya, Portugal y Austria. Estos estaban ansiosos por saber quién sería el siguiente heredero al trono. La guerra concluyó con el Tratado de Utrecht, un acuerdo que puso fin al conflicto no solo para evitar su prolongación, sino también para establecer condiciones de paz. Este tratado estipuló que las coronas de España y Francia no se unirían ni lucharían entre sí en el futuro. Posteriormente, Felipe V, nieto de Carlos II, contrajo segundas nupcias con Isabel de Farnesio tras la muerte de su primera esposa. Isabel fue madre de Carlos III, quien asumiría el trono en 1759 tras la muerte de su hermanastro, el rey Fernando VI. [2]
Desde los inicios del siglo XVII, se percibió la necesidad de reformular las relaciones políticas y económicas entre España y el virreinato peruano. No obstante, Felipe III realizó pocos cambios, ya que la situación en Europa no era aún crítica. Durante el reinado de Felipe IV, las relaciones con Europa se mantuvieron activas, lo que llevó a una serie de conflictos exteriores con otros países europeos. Esto obligó al monarca a solicitar préstamos a banqueros extranjeros y locales, lo que resultó en una devaluación de la moneda. Debido a su vínculo con la Corona, el virreinato peruano también sufrió repercusiones económicas, especialmente con la intensificación de la demanda de producción de plata. Como solución, Felipe IV implementó reformas para aumentar los ingresos en Lima y reforzar el tesoro español, imponiendo medidas como nuevos impuestos, empréstitos y la venta de cargos públicos. Sin embargo, estas reformas carecieron de innovaciones administrativas y comerciales, a diferencia de las posteriores reformas borbónicas. [3]
Las reformas borbónicas se dividieron en dos etapas: la fase mercantil o de acumulación (1729-1760) y la fase liberal o de drenaje (1761-1780). La primera etapa se caracterizó por la estatización de la producción monetaria, es decir, la transición de un mercado privado a uno estatal. Para lograrlo, se implementaron medidas como reformas monetarias, la reducción del 50 % de la presión fiscal, la tolerancia a la expropiación de tierras indígenas por parte de los hacendados, la protección de la producción manufacturera en los centros obrajeros y la legalización del sistema de repartos de los corregidores. Estas medidas generaron un crecimiento económico significativo. La segunda etapa fue consecuencia de la primera, ya que las políticas mercantilistas dieron lugar a ideas que cuestionaban la priorización del mercado de consumo sobre el bienestar humano. [4]
El objetivo de las reformas borbónicas no era otorgar a los americanos mecanismos para alcanzar la independencia, sino beneficiar exclusivamente a la Corona española. Los criollos, al ver amenazada su posición social, optaron por mantener su fidelidad a la Corona como estrategia para preservar sus privilegios, aunque el sistema favorecía principalmente a los españoles. Estos últimos accedían a los mejores cargos, consolidando así su autoridad sobre América. Sin embargo, las medidas implementadas en el siglo XVIII generaron conflictos territoriales, como la separación del Alto Perú del virreinato peruano en 1776. Este cambio se originó en el Tratado de Madrid de 1750, que buscó establecer fronteras realistas y otorgó legítimamente a Portugal el control de la Amazonía. Esto contrastó con el Tratado de Tordesillas de 1494, que había asignado esta región a España.
En lo económico, las reformas provocaron pérdidas, como la apertura de nuevos puertos que rompieron el monopolio del Callao establecido bajo los Habsburgo. En lo administrativo, surgieron rebeliones, siendo la más destacada la de Túpac Amaru II. Esta revuelta estuvo relacionada con el aumento de impuestos impuesto por la metrópoli, aunque todavía se debate si esa fue la causa principal del levantamiento liderado por José Gabriel Condorcanqui Túpac Amaru. [5]
Emelyn Victoria Lara Tinoco
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Bibliografía
[1] Ayluardo, C. G. (2019). Las reformas borbónicas, 1750-1808. Fondo de Cultura Económica. https://books.google.es/books?hl=es&lr=&id=qX-GDwAAQBAJ&oi=fnd&pg=PT6&dq=reformas+borb%C3%B3nicas+en+el+peru&ots=EkANuyP-Sz&sig=-XfOwLqscUXK93xv3zf-sSXxXqs#v=onepage&q&f=true
[2] Del Río, A. F. (1856). Historia del reinado de Carlos III en España (Vol. 1). Matute y Compagni.
[3] Andrien, K. J. (2011). Crisis y decadencia: el virreinato del Perú en el siglo XVII. Instituto de Estudios Peruanos.
https://repositorio.iep.org.pe/items/10cbc59d-25c6-4c62-ab1d-238ca73a58d6
[4] García, C. L., Flores, V. M., & Villagaray, C. P. (2000). Fases de la reforma borbónica Perú: 1729-1800. Investigaciones sociales, 4(5), 23-52.
[5] Fisher, J. (2000). El Perú borbónico, 1750-1824. Lima.