La orden religiosa de los franciscanos, conocida oficialmente como la Orden de los frailes menores, fue fundada en 1209 por san Francisco de Asís. Su presencia en el Virreinato del Perú tuvo un impacto profundo y duradero en la región, abarcando aspectos religiosos, culturales, educativos y sociales.
Los primeros franciscanos llegaron al Perú en 1531, un año antes de la conquista de la capital incaica, Cuzco, por Francisco Pizarro en 1532. Rápidamente establecieron misiones y conventos en diversas regiones del virreinato, y se dedicaron a la evangelización de los pueblos indígenas. Aprendieron lenguas locales, como el quechua y el aymara, para predicar el cristianismo de manera más efectiva. Además, fundaron escuelas y centros educativos donde enseñaban la doctrina cristiana y habilidades básicas a los indígenas. La misión franciscana en el Perú, una de las más destacadas y prolongadas de la historia de América Latina, se adaptó al contexto peruano y buscó la colaboración de diversos grupos sociales, incluidos indígenas, criollos, mestizos y negros, con el objetivo principal de elevar la dignidad humana y religiosa de los indígenas.
En 1550, el padre Francisco de Vitoria llegó a Lima con una gran expedición de franciscanos, y en 1553 se estableció la Provincia de los Doce Apóstoles. Para 1581, los franciscanos atendían al 10% de la población indígena, que entonces ascendía a 1,175,089 habitantes. La importancia de aprender las lenguas locales fue crucial para su labor evangelizadora. Aunque inicialmente dependían de intérpretes indígenas, muchos misioneros se convirtieron en expertos en estas lenguas, y editaron gramáticas y vocabularios.
La evangelización franciscana se centraba en la educación. En las escuelas, se enseñaba a leer, escribir y cantar; tanto la liturgia como la música jugaron un papel esencial en su método. Las doctrinas franciscanas funcionaban como centros de vida comunitaria y cultural, donde se celebraban numerosas festividades religiosas y se expresaba la fe a través del arte. Los Concilios Limenses regularon la catequesis en lenguas nativas, valoraron la cultura local y facilitaron la enseñanza del cristianismo. El esfuerzo de los franciscanos en documentar y aprender las lenguas indígenas dejó un legado lingüístico invaluable que sigue siendo objeto de estudio en la actualidad.
La organización de las doctrinas franciscanas en el Virreinato del Perú giraba en torno a la vida comunitaria indígena. Estas doctrinas funcionaban como centros autosuficientes, que limitaban la interacción con otros grupos. La autosuficiencia se lograba mediante la agricultura, la ganadería y la artesanía. Las iglesias y conventos eran construidos por los propios habitantes, utilizaron materiales locales como barro, madera y piedra. Esto fomentó el desarrollo de habilidades artesanales, entre las que destacaban la orfebrería, el grabado, la imaginería, el dorado, la pintura y el bordado.
Los beneficios sociales de las doctrinas franciscanas incluyeron la educación y la formación de los indígenas en habilidades básicas y oficios artesanales. Junto a los conventos, se establecieron escuelas dirigidas por los religiosos, donde se enseñaba a leer, escribir y practicar diversos oficios. Además, los franciscanos fundaron hospitales y centros de caridad, para proporcionar asistencia social y cuidado de la salud a la población indígena.
Culturalmente, las doctrinas franciscanas produjeron un arte mestizo que combinaba elementos indígenas y europeos. Las iglesias estaban decoradas con hermosos retablos, valiosos lienzos y obras de platería. El trabajo artesanal era eminentemente anónimo y comunitario, fomentaron una competencia sana entre los pueblos para construir las iglesias más grandes y lujosas. Este arte mestizo se convirtió en un fenómeno cultural y religioso significativo, aunque con el tiempo muchas de sus manifestaciones han desaparecido.
A pesar de los esfuerzos de evangelización, algunas antiguas creencias y costumbres indígenas persistieron, lo que llevó a la implementación de procesos para extirpar idolatrías solapadas. Sin embargo, la religiosidad cristiana de los indígenas era generalmente sincera, aunque influida por sus tradiciones ancestrales. A mediados del siglo XVIII, las doctrinas pasaron al clero secular por decisión del rey Fernando VI, lo que generó resistencia tanto entre los frailes como entre los indígenas, quienes estaban acostumbrados a la gestión franciscana.
El final de la influencia de los franciscanos en el Virreinato del Perú comenzó a delinearse a mediados del siglo XVIII. En ese periodo, las doctrinas o parroquias de indios, que habían estado bajo la administración de los religiosos franciscanos, pasaron a ser gestionadas por el clero secular, siguiendo una decisión del rey Fernando VI. Este cambio fue recibido con resistencia tanto por parte de los frailes como por los indígenas, quienes estaban acostumbrados a la administración franciscana.
El traslado de la administración marcó una transición importante en la evangelización y en la organización de las comunidades indígenas. Aunque los franciscanos continuaron con su labor misionera en otras áreas, su rol central en la administración de las doctrinas disminuyó significativamente.
A pesar de este cambio, el legado de los franciscanos perduró en la cultura y religiosidad del Perú. Las estructuras y prácticas establecidas por ellos continuaron influyendo en las comunidades indígenas y en la Iglesia local. Los templos, escuelas, talleres artesanales y hospitales que construyeron siguieron siendo fundamentales para la vida comunitaria, dejando una huella indeleble en la historia del Virreinato del Perú.
María Alberta Sánchez Quispe
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Bibliografía
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Valdivia, R. (S.F) La Traducción de los Franciscanos en el Perú: Historia y Evangelización. Sobre Jerónimo De Oré: Investigador, Misionero y Traductor. Universidad Ricardo Palma. https://traduccion-franciscanos.uva.es/archivos/6-Valdivia.pdf