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El Corpus Christi es una de las festividades más importantes del ciclo litúrgico católico. Su finalidad era proclamar la fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Esta manifestación religiosa y cultural tuvo sus inicios en Lieja, Bélgica, a finales del siglo XIII. Posteriormente, se expandió por toda la Iglesia occidental gracias a una bula emitida por el papa Urbano IV en 1264. Dicha bula fue confirmada posteriormente por el papa Clemente V en el Concilio General de Vienne en 1311 y por el papa Juan XXII en 1317. Con ello, la festividad del Corpus Christi se convirtió, junto a la Pascua y la Navidad, en uno de los tres grandes acontecimientos litúrgicos del año (Hernández, 2018, p. 405).
El Corpus Christi fue introducido en el Nuevo Mundo en el siglo XVI por los colonizadores españoles como parte del calendario festivo católico. Fue una estrategia de evangelización que facilitó la incorporación de las normas religiosas al refundirse con las creencias y cultos de los indígenas. El Corpus Christi era celebrado en todas las regiones de Hispanoamérica donde hubiera cristianos católicos; sin embargo, en ningún lugar alcanzó tanto renombre como en Cuzco, donde adquirió características únicas debido a la mezcla de tradiciones indígenas y españolas.

Las autoridades coloniales usaron la festividad del Corpus Christi para establecer un nuevo orden. Donde antes se celebraba la fiesta del Sol, ahora se celebraría la fiesta de Cristo, así se marcaba una oposición ritual entre la “verdadera religión” católica y las prácticas “idolátricas” indígenas. Las prácticas indígenas fueron resignificadas, y se creó un relato del triunfo cristiano sobre la creencia andina. Durante la festividad, los indígenas, muchos de ellos ya bautizados, desfilaban representando escenas religiosas o grandes eventos de la corona española. Asimismo, la proximidad temporal al Inti Raymi intensificó esta resignificación, ya que elementos de la cultura inca, como himnos, danzas y atuendos fueron rearticulados para honrar la nueva festividad cristiana.

En última instancia, esta fiesta servía para mostrar la conversión de los indígenas al cristianismo, y enfatizar el éxito de la evangelización. No obstante, muchos indígenas sólo asistían debido a la presión de los castigos establecidos para quienes no participaban en el evento.
Los descendientes de los incas y otros grupos indígenas participaron activamente en la resignificación de su papel dentro de la sociedad colonial. Utilizaron la celebración del Corpus Christi como un campo de batalla simbólico y, de este modo, se enfrentó la subordinación impuesta por las autoridades virreinales y se buscó afirmar su identidad y espacio social. Esta lucha evidenció la diversidad étnica y social en el Cuzco y mostró los esfuerzos de los indígenas por mediar entre diferentes grupos dentro de la sociedad virreinal. En ese sentido, el Corpus Christi fue una contienda simbólica entre las autoridades españolas y las incaicas por el dominio cultural, religioso y político.

Lo interesante es que ninguno de estos grupos asumió pasivamente esa subordinación ritual, sino libraron una contienda simbólica para redefinir la incorporación excluyente y diferenciada, replanteando su inclusión en el orden social virreinal. En este contexto, la serie de pinturas del Corpus Christi en el Cuzco no sólo documenta la celebración religiosa, sino que también simboliza el triunfo del catolicismo y el dominio español sobre la antigua religión y la sociedad andina. Estas representaciones artísticas y la festividad misma fueron herramientas poderosas para consolidar la imposición cultural y religiosa de los colonizadores sobre los pueblos indígenas (Dean, 1999, p. 219).
Algunos cronistas, como Guamán Poma de Ayala, resaltan la importancia de las tradiciones incas y la resistencia cultural indígena en la festividad del Corpus Christi, mientras que otros cronistas dan más énfasis a la influencia española y la evangelización. Lo que es innegable es que la fiesta del Corpus Christi cusqueño es considerada una de las máximas expresiones de la fiesta barroca y mestiza en América. Incluso en la actualidad, esto se corrobora con la serie de cuadros que ilustran las celebraciones del Corpus Christi. Estas obras, pintadas entre 1680 y 1685, se guardaron durante años en la parroquia local de Santa Ana.

En la sociedad virreinal, las autoridades eclesiásticas y civiles tuvieron un papel crucial en la iconografía y narrativa de estas pinturas, que reflejaban sus intereses y jerarquías. El obispo Mollinedo y el cura párroco de Santa Ana tuvieron un rol importante en la concepción y encargo del ciclo pictórico (Bernales, 1981, p. 277). La festividad del Corpus Christi comenzaba con la procesión de las imágenes de los santos y vírgenes desde diferentes parroquias hacia la Catedral de Cuzco. Estas imágenes, ricamente decoradas y veneradas por los fieles, eran transportadas en andas y acompañadas por música, danzas y una multitud de devotos. La serie de dieciséis lienzos está hoy repartida: doce se conservan en el Museo Arzobispal de Cuzco y cuatro en la colección Peña Otaegui de Santiago de Chile. Los doce cuadros exhibidos en dos habitaciones del Museo Arzobispal representan distintos momentos de la procesión de Corpus Christi por las calles de Cuzco. Las obras reflejan el tejido social de la época virreinal y las estrategias de los artistas para simbolizar sus ideas sin herir susceptibilidades ni enervar la tolerancia de los espectadores, ya fueran indígenas, mestizos, criollos o españoles (Etchelecu, 2002, p. 23).

Las doce pinturas se agrupan en cuatro secciones, según lo establecido por Wuffarden en la exhibición de Roma en 1996: Cuadros sobre la autoridad española, Cuadros de las parroquias indígenas, Cuadros de las cofradías y Cuadros de las comunidades religiosas. Además de estas, hay dos cuadros que no se pueden clasificar en estas categorías: “Altar de la última cena” y “Fin de la procesión”. Estas agrupaciones permiten organizar y comprender mejor la narrativa visual de la festividad del Corpus Christi en el Cuzco, donde destaca la diversidad de participantes y escenarios presentes en la procesión.

 

Mariana Alyssa Quispe Rodríguez
Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Bibliografía

Bernales, J. (1981). El Corpus Christi: Fiesta barroca en Cuzco.

Etchelecu, L. (2014). El ciclo pictórico sobre la festividad de Corpus Christi de la parroquia de Santa Ana en Cusco. [Tesis de licenciatura]. Universidad de Palermo.

Dean, C. (1999). Inka bodies and the body of Christ: Corpus Christi in colonial Cuzco, Peru. Duke University Press.

Hernández, J. (2018). Identidad ritual y transformación simbólica de individuos en diablos danzantes en la fiesta de corpus christi: el caso de Valledupar, Colombia. La Fiesta, 402.