Tradicionalmente, se piensa en San Agustín de Hipona como el fundador de la Orden; no obstante, esta creencia está más cerca de la “leyenda agustiniana” que de la realidad histórica. A pesar de ello, la Orden recibe el nombre de este filósofo cristiano porque su obra Regla sirvió como manual espiritual. Además, los agustinos también se vieron influidos por los principios del eremitismo, monaquismo, anacoretismo y cenobitismo, sistemas de pensamiento nacidos alrededor de los siglos II y III. Así, la Orden de San Agustín se originó propiamente a partir de la convivencia de diversos grupos espirituales durante la Baja Edad Media.
Cuatro representantes de los movimientos ermitaños de Toscana (Esteban de Cataste, Hugo de Corbaria, Guido de Rosia y Pedro de Lupocavo) acudieron por iniciativa propia al papa Inocencio IV para solicitar ser unificados bajo las enseñanzas de la Regla y la dirección de un prior general. Así, fueron reconocidos legalmente como orden mendicante en 1244 con el amparo de la Iglesia. Durante la reorganización de los grupos religiosos conocida como la Gran Unión (una medida contra el avance musulmán), la Orden fue regularizada y consolidada por el papa Alejandro IV en 1256, aagrupada en cinco grupos ermitaños: Toscana, Juambonitas, Bréttinos, Guillermitas y Monte Favale [1].
En 1548, por mandato real, se dispuso el viaje de doce representantes de la Orden hacia el territorio americano. Antes de la llegada de esta comitiva evangelizadora, en el mismo año, el padre Agustín de la Santísima Trinidad arribó a Lima. Su propósito era organizar el hospedaje y preparar el camino para sus hermanos apostólicos; sin embargo, falleció en 1550, antes de recibirlos. El 21 de junio de 1551 llegó oficialmente la Orden de San Agustín a Lima. Fueron doce los fundadores agustinianos en el Perú: fray Andrés de Salazar, fray Antonio Lozano, fray Juan de San Pedro, Jerónimo Meléndez, Diego Palomino, Pedro de Cepeda, Andrés de Ortega, Juan del Canto, Juan Chamorro, Francisco de Frías, Juan Ramírez y Baltasar Melgarejo. A este grupo se unieron dos frailes más: Juan Estacio y Juan de la Magdalena, quienes, con experiencia evangelizadora y grandes contribuciones en Nueva España, se encargaron de instruir a los recién llegados [2].
Estos emisarios cristianos se instalaron en el Convento de Nuestro Padre San Agustín de la Ciudad de los Reyes, el primero fundado cerca del sitio que luego se conocería como la parroquia de San Marcelo. Fray Juan Ramírez fue el primer agustino encargado de evangelizar a los indígenas en la provincia de Huamachuco en 1551; dos años después fundó un convento en el lugar. Debido a su ausencia, los trece restantes llevaron a cabo el Primer Capítulo Provincial, una reunión destinada a decidir las doctrinas por enseñar y designar a los encargados de esta labor. En dicho capítulo, se promovió la virtud de la pobreza mediante la construcción de establecimientos modestos y el uso de vestimenta y calzado simples. Sin embargo, en el Segundo Capítulo Provincial se permitió recibir rentas, siempre que se usaran con prudencia. Estos capítulos provinciales continuaron realizándose durante el periodo del virreinato para adaptarse a las nuevas circunstancias [3].
Además de su misión religiosa, los agustinos construyeron escuelas y hospitales que apoyaban su proyecto de establecer la doctrina cristiana. En esta labor, la música en las misas desempeñó un papel importante. Asimismo, se mantuvieron leales a la Corona española; por ejemplo, fray Francisco de Zamora en Potosí y los frailes Diego de Castro y Juan Vivero en el Cuzco dieron aviso de posibles alzamientos.
Entre los agustinos destacados se encuentran Marcos García y Diego Ortiz, quienes fueron los primeros evangelizadores en llegar a Vilcabamba con permiso del inca Titu Cusi Yupanqui. Fray Marcos García también sirvió como traductor de la Instrucción al Licenciado Lope García de Castro (1570). El fraile podría ser tomado como coautor de este documento, pues al buscar transmitir la gnoseología andina al pensamiento occidental, terminó reflejando la visión hegemónica española [4]. Por su parte, fray Diego Ortiz fue canonizado como mártir debido a sus contribuciones a la evangelización de los indígenas y su muerte a manos de Túpac Amaru I en 1571. Otro agustino destacado fue fray Antonio de la Calancha, autor de la Corónica Moralizada del Orden de San Agustín en el Perú (1638), una crónica conventual que buscaba integrar a los Andes en la historia universal eurocéntrica, con la evangelización como eje [5].
En las etapas finales del virreinato del Perú, el liberalismo comenzó a imponerse como sistema de pensamiento en América. Aunque no tenía un verdadero respaldo entre el pueblo ni en la Iglesia, sí lo tuvo entre los criollos ilustrados. En este contexto, las órdenes religiosas quedaron bajo sospecha, ya que muchos de sus cargos aún eran ocupados por españoles peninsulares. Se requería entonces una Iglesia dirigida por españoles americanos. Este periodo ilustrado utilizó medios educativos para su difusión, como el Mercurio Peruano, del cual no participaron representantes agustinos, dominicos ni franciscanos. La Orden de San Agustín cerró en el siglo XVIII debido a las reformas borbónicas. Durante este tiempo, la Orden enfrentó una crisis espiritual ocasionada por el fallecimiento de sus superiores. La vida religiosa regular se encontraba degradada, con una preferencia creciente por la vida secular [6].
Carmen Estela Hidalgo Tinco
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Bibliografía
[1] Lazcano, R. (2015). Origen y fundación de la Orden (de Ermitaños) de San Agustín (OESA, OSA). En: La vida consagrada: Epifanía del amor de Dios en el mundo (pp. 33-132). Madrid: Centro Teológico San Agustín
[2] Rubio, D. (1912). Los agustinos en el Perú. [Tesis doctoral, Universidad de Michigan]. http://simurg.csic.es/view/990002198630204201
[3] Uyarra, B. (1992). Agustinos en la evangelización del Perú; Características generales. Diccionario de historia cultural de la Iglesia en América Latina. https://www.dhial.org/diccionario/index.php?title=AGUSTINOS_EN_LA_EVANGELIZACI%C3%93N_DEL_PER%C3%9A;_Caracter%C3%ADsticas_generales#Preparaci.C3.B3n_bautismal_en_el_siglo_XVI
[4] Cattan, M. (2016). Las palabras que no se tradujeron en la Instrucción de Titu Cusi Yupanqui. Hipógrifo, 4 (2), pp. 169-195.
[5] Pease, F. (1999). Temas clásicos en las crónicas peruanas de los siglos XVI y XVII. En: T. Hampe (comp.) La Tradición Clásica en el Perú Virreinal (pp. 17-35). Lima: Fondo Editorial Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
[6] Campos, J. (2010) Los agustinos en el Perú en el tránsito del Virreinato a la República (1790-1840). En: Repercusión de las exclaustraciones del siglo XIX en la vida de la Orden. (pp. 553-615). Roma: Actas del Congreso del Instituto Histórico Agustiniano.