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Oración panegírica a la beatificación de la beata Rosa de Santa María de la Tercera Orden del Gran Patriarca Santo Domingo, natural de Lima, patrona del Perú
Fernando de Herrera, de la Orden de Santo Domingo, calificador del Santo Oficio, doctor y catedrático de prima, pronunció este panegírico en honor a Rosa de Lima en la fiesta que le consagra la Universidad de San Marcos el 24 de agosto de 1669. En la censura de la obra, Fray Francisco de Herrera, de la Orden de San Agustín, calificó al fraile dominico como «erudito, aventajado y cabal en el conocimiento de divinas y humanas letras, que tan eficaz las propone a sus oyentes que aun a la admiración le quita los hipérboles cuando ven que de sus labios derrama con abundancia un mar de oro de castellana elocuencia (p. 7)». Además, recomendó la impresión de la obra para que a «donde llegare se conocerá que los fecundos senos de la tierra del Perú no solo engendran con abundancia plata, oro y piedras preciosas, sino lo que vale más, que es lo fino y oculto de la sabiduría (p. 8)».
Ramón Mujica destaca de este texto dos aspectos. Primero, señala que «los biógrafos de Rosa emplearon el género literario del diálogo devocional para compendiar un “examen de conciencia” en el que no es ella, sino su instructor e interlocutor, el que termina por ser la figura sobresaliente capaz de descodificar las mercedes ocultas que Dios obra en las almas: el confesor instruido es Juan del Castillo y la “rústica” iluminada es Rosa». Esto se evidencia en el texto del fraile dominico en el que Rosa sirve de símbolo para todos los ensayos de letras y teología. Con lo cual, si la Universidad quería evitar que «le cayese la “maldicion de la higuera infame” y estéril, debía recordar que la sabiduría produce santos antes que doctores». Rosa sería una mujer sin aparente educación que, por medio de la oración, logró, como muchos hombres letrados o doctores eclesiásticos, la unión del alma con Dios.
Segundo, describe cómo Rosa fue investida como la estrella de Belén en el escudo de Lima. En la dedicatoria de esta oración panegírica, el doctor Juan de Zamudio Villalobos y Mendoza escribe que «los reyes romanos eran coronados con tres coronas de distinto metal: la primera de hierro, la segunda de plata y la tercera de oro. Rosa ahora coronaba con su beatificación al emperador hispano con las tres coronas de Lima: la de hierro representaba la fortaleza con la que podía vencer a los rebeldes, la de plata equivalía a su “claridad y limpieza” y la de oro, el metal superior a todos aludía a los reyes hispanos que no tenían parangón en toda la Tierra». El escudo de armas de Lima, con su estrella y sus tres coronas, alude a su fundación el día de la Epifanía; con la beatificación de Rosa, la estrella que guía a los Reyes Magos al pesebre de Jesús equivale a la estrella de Santo Domingo de Guzmán que lleva a España hacia Indias.
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Capítulo 4. Rosa ο la virgen Astrea: el fundamento mítico de una sacra política indiana